Por: Mariana Beltrán
En medio de la selva húmeda del Caribe, Fray Collí es conocido como un hombre que desafía las estructuras. Es el actual comisariado del ejido de X-Yatil, en Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo. Cuando tomó posesión del cargo, por segunda vez, decidió romper el orden del Ejido, que consistía en que las decisiones las tomaban los hombres al ser mayoría en Asamblea, e incluir en los proyectos a todo el pueblo, particularmente a jóvenes y mujeres.
Con sus palabras, Fray explica que no quiere repetir patrones: “la figura del comisariado es frecuentemente la de un dictador; él dice todo, él hace todo. No hay deslinde de responsabilidades ni confianza en su pueblo“, dice el comisariado.
En México la figura del Ejido ha beneficiado notablemente a los hombres. Una muestra de esta desigualdad de género es que tres de cada 10 personas ejidatarias o comuneras son mujeres y de los 14.6 mil ejidos y comunidades con órganos de representantes, sólo el 7.4% fue presidido por una mujer en 2019, de acuerdo con el Registro Agrario Nacional (RAN).
En el ejido de X-Yatil, Fray ha impulsado dos proyectos dirigidos a jóvenes y mujeres: el programa de ecoturismo y senderismo, donde participan chavos de entre 13 y 16 años, y el taller de carpintería Xki ich pan che. Aunque los desacuerdos internos no han faltado, él se ha empeñado en conservarlos. Pero no todos están de acuerdo con los cambios.
“Hay grupitos que se beneficiaban al ser solo ellos, y cuando se abre y se empiezan a plantear cosas nuevas, hay luchas internas, dice sin rodeos”.
Parte del conflicto tiene que ver con algo más profundo: la resistencia a ceder espacio a otros. Fray cuenta que todavía hay un número importante de ejidatarios que se rehúsan a incluir a jóvenes y mujeres en los proyectos del ejido. La idea de que “los jóvenes no trabajan” y que las mujeres deben quedarse en casa sigue muy presente. Pero él no lo ve así.
Sabe que si no se les da lugar, se irán. Lo ha visto pasar en las comunidades vecinas, donde decenas de jóvenes migran hacia la Riviera Maya en busca de mejores condiciones de vida, a cambio de dejar sus pueblos, sus familias y su idioma.
“Aquí no hay muchas opciones. Lo único que hay es chapeo, vender leña o ayudar a alguien a levantar su albarrada… pero eso no alcanza. Un chavito ve a otro joven con su celular, sus audífonos, su ropa, y también quiere tener. ¿Y qué pasa? Que apenas terminan de estudiar, ya se quieren ir. Quieren trabajar, quieren ganar dinero”.
Una de las propuestas de Fray para evitar que se vayan es ofrecer salarios más justos. En X-Yatil, todos ganan lo mismo: seas joven o no, el pago diario es de 350 pesos; si eres técnico, ganas 500. Fray reconoce que comparado con lo que se gana en Tulum, no es nada. Pero también reconoce que a diferencia de la Riviera en X-Yatil los jóvenes pueden tener libertad y tranquilidad. Por eso insiste en abrir espacios. Su mayor preocupación es que dentro del ejido no exista ningún futuro para jóvenes ni mujeres. Para él, eso significaría perderlo todo. “Si los jóvenes se van, perdemos nuestra cultura, nuestra lengua. Y entonces, ¿quiénes somos? ¿Qué pueblo somos?“, se pregunta.
Es esa convicción la que lo impulsa a seguir creyendo que se pueden hacer las cosas distintas. “A mí lo que más me gustaría dejarle a mi pueblo, a las mujeres y a los jóvenes es que haya grupos donde puedan trabajar y buscarse la vida. Yo sueño con que mi ejido salga adelante con toda su gente“.