Conservar la selva aprovechándola

Por: CCMSS

Una fracción de menos del 20 por ciento de la tierra ejidal de Dziuché es gestionada por el ejido para el aprovechamiento maderable de especies tropicales. Esta estrategia de uso y manejo del territorio le ha permitido al ejido generar beneficios sociales y económicos para la comunidad y fortalecer la gobernanza ejidal mientras resguarda un territorio con altos valores de conservación. 

Fernandito Gutiérrez, ejidatario y experto en la operación forestal del ejido Dziuché, en José María Morelos, Quintana Roo, explica que el aprovechamiento del monte es una de las formas más eficaces de controlar y cuidar el territorio, porque con todos los trabajos que realizan para la extracción de la madera se habita y recorre el lugar, y se le da mantenimiento a la selva. 

Por ejemplo, detalla que antes de sacar cualquier tronco, primero se realiza un estudio técnico en el que se hace un muestreo de los árboles aprovechables que hay en el monte: “Sabemos los diámetros de cada árbol, realizamos podas, aclareos, reforestaciones, abrimos brechas y damos mantenimiento a los caminos”. 

Con todas estas actividades promueven que la selva se encuentre en buen estado, vigilan que no haya tala clandestina, ni extracción de fauna y mantienen un monitoreo permanente para combatir los incendios. 

Para Fernandito la selva representa mucho en su vida: primero cuando de niño acompañaba a su padre a las labores del campo y luego como promotor a cargo de los trabajos del aprovechamiento forestal. En referencia a la selva comenta “es nuestro hogar, nuestros antepasados la han trabajado y cuidado. De ella trabajaron, sembraron, cosecharon y se alimentaron”. 

Comparte que el conocimiento sobre el cuidado del monte se ha pasado de generación en generación. “Nos ha tocado ver estas selvas que ellos cuidaron en su momento y también disfrutar de lo que ellos nos han dejado”. 

Las personas quienes laboran en el aprovechamiento forestal del ejido coinciden en el hecho de que trabajar el monte es duro, pero muy satisfactorio. Trabajan a su ritmo y rodeados de naturaleza y aire fresco. Fernandito resalta que prefiere “estar en campo que estar sentado en un escritorio. Disfruto la naturaleza. Tengo contacto con las aves, con los animales y con los árboles. Respiro el mejor oxígeno que puede haber y siento que aquí en el monte no se vive el estrés”.   

Adicionalmente, detalla que “todo lo que nosotros hacemos aquí se disfruta. Ver árboles grandes, muchas especies de flora y fauna, algunas que incluso no conocíamos. Escuchamos hasta el rugir del tigre. Vemos la huella del tigre en el paso por donde a veces caminamos”. 

Para el ejido es muy importante conservar su monte y su laguna, y están convencidos que para lograrlo hay que habitar el territorio. Es una práctica ancestral. Del aprovechamiento forestal no solo se benefician los ejidatarios de Dziuché, toda esta labor contribuye a que la selva se mantenga saludable y asegure sus funciones ecosistémicas, como la biodiversidad, la recarga del acuífero, la regulación del ciclo del agua y de la temperatura, entre otros beneficios. 

Aprovechar el monte, un reto mayúsculo

No todos los ejidos logran obtener una autorización de aprovechamiento forestal, y muchos otros no pueden mantenerla vigente. Esta situación se debe a todos los retos que supone un trabajo costoso, rudo y exigente técnica y normativamente. Además de la asimetría  marcada que caracteriza el mercado de la madera. 

Para Fernandito es importante que Dziuché tenga más de 10 años aprovechando su monte de forma ordenada. Con una autorización vigente de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) que da certeza del buen manejo que realiza el ejido y de la legalidad de la madera que aprovechan.  

Obtener una autorización de aprovechamiento forestal es complicado. Implica dar cumplimiento a múltiples trámites técnicos y administrativos que requieren de grandes cantidades de dinero y mucho tiempo. Las comunidades que manejan su monte y aprovechan sus recursos forestales de manera legal operan bajo todo el peso de la normatividad ambiental y fiscal. Y a pesar del impacto positivo de esta estrategia sobre los bienes comunes, como lo es el patrimonio natural del país, las comunidades no reciben ningún trato especial que aliente a esta práctica.  

Todo lo contrario. Las comunidades forestales que aprovechan su monte son víctimas de una persecución por parte de organismos gubernamentales como la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa). El propio ejido Dziuché padeció el hostigamiento de esta dependencia que, en 2023, le imputó una sanción por un delito que nunca cometió. 

Presuntamente, la Semarnat detectó, desde sus oficinas y haciendo uso de imágenes satelitales, áreas deforestadas en el monte aprovechable del ejido. A lo cual, la Profepa, en cumplimiento de sus facultades, hizo una inspección para determinar la veracidad del hecho. Lo insólito de la historia fue que aún con su visita, la Profepa ratificara el cambio de uso de suelo y en consecuencia impusiera una sanción al ejido que, por un lado, lo privó de aprovechar su monte y por el otro, lo obligaba a pagar una multa de 130 mil pesos. 

El ejido apeló el resolutivo. Y aunque lograron que la sanción fuera condonada, tuvo que suspender su actividad forestal durante un ciclo productivo. “Todo ese año no pudimos trabajar, no hubo empleos para las personas del aprovechamiento, no hubo ingresos por la venta de la madera, fue un año duro”, lamenta Fernandito.  

Y es que uno de los obstáculos que lastra las estrategias de forestería comunitaria en México es el papel persecutorio y criminalizante que han asumido las dependencias ambientales con las comunidades. Fernandito señala “La Semarnat tarda mucho tiempo en liberar la documentación forestal, sin la cual no podemos operar; y las inspecciones y sanciones de la Profepa nos suspenden injustamente la operación”.  

Sugiere que estas dependencias deberían ser aliados para que los ejidos y comunidades desarrollen sus procesos productivos y de conservación de la selva, y no entes que obstaculicen su manejo y las iniciativas productivas comunitarias. En contraposición, llama la atención que las dependencias ambientales sean omisas a la hora de penalizar a los verdaderos responsables de la deforestación en la península de Yucatán: agroindustrias, ganaderos y desarrollos inmobiliarios y hoteleros.  

Fernandito confía en que toda la experiencia adquirida en el monte, junto con el interés y ganas de los jóvenes de participar en el cuidado de la selva, les permitirá avanzar en su iniciativa de manejo y aprovechamiento forestal, generar más fuentes de ocupación para las familias de la comunidad y mantener su monte vivo y sano.